Hoy hablamos de La música en el ser humano
*Extracto del libro “El músico adicto: la Musicorexia”. Editorial: Mundimúsica Ediciones. 2014
«Sin música la vida sería un error»
Friedrich Nietzsche
La música no es una actividad artística más, su existencia ha sido necesaria para nuestra evolución humana, hemos caminado juntos desde nuestros inicios, con interacciones mutuas y necesarias que nos han ido configurando poco a poco. Sin el ser humano no existiría la música y sin la música el ser humano no sería como es. La función de la música en nuestra vida ha sido y es esencial.
Aunque el concepto de música es distinto para las distintas sociedades, no existen pueblos que no posean música como una actividad social, todas las culturas poseen cantos y danzas, emplean algunas clase de expresión musical, todas utilizan ritmos basados en diferencias entre la duración de las notas y sus acentos dinámicos.
Todas las culturas consideran la música como algo muy valioso e importante. La música se utiliza en contextos diversos y para distintos fines, ha sido una fuerte herramienta para cohesionar grupos humanos, para disfrutar del ocio y fomentar los lazos sociales (Mithen, 2007).
Pero hay una función que le distingue universalmente: el papel que desempeña en la religión. Si entendemos esta como la idea de un ser sobrenatural (Boyer, 2001), la música se utiliza en todas partes para comunicarse con todo aquello que nos trasciende, con los dioses, para glorificarlos o servirlos (Nettl, 1983).
Algunas sociedades conciben el origen de la música como un don de los dioses para que los hombres pudieran solucionar los problemas de su convivencia (Grinnell, 1920), los Pies Negros conceden a la música una naturaleza sobrenatural, propia de espíritus y seres sobrenaturales (Nettl, 1968). No se conoce ninguna sociedad, por antigua que fuera que no haya utilizado la música para algún fin (Brauliou, 1973).
La música está vinculada a nuestra existencia, a nuestros orígenes humanos, forma parte de nuestra evolución, no solo de nuestra cultura, también de nuestra biología, de nuestra especie. Hay evidencias que apuntan a la existencia pasada de un modo de pensamiento y acción no verbal, prelingüístico, que podemos entender como “musical” (Blacking, 1995). Los arqueólogos creen que tanto la música como el lenguaje estaban presente en todas la sociedades prehistóricas del Homo Sapiens (Blacking, 1973). El lenguaje y la música tienen un origen común en nuestra historia evolutiva, más tarde (hace unos doscientos mil años) se unirían y darían lugar al canto (Mithen, 2007).
Si hay una cuestión que ya no se discute, aunque creó profundos debates (Pinker, 1997), es que la música tuvo una función adaptativa en su origen y de ahí evolucionó hasta las formas que hoy la conocemos. La música no es una nota al margen de nuestra evolución, no es algo superfluo como apuntaba Steven Pinker. Forma parte de nuestra historia evolutiva, está con nosotros desde nuestros orígenes humanos, nuestra relación ha sido “una colaboración” de mutua creación en el sentido que la música necesita al ser humano para que la cree, no hay música fuera del hombre, pero también nos hemos ido constituyendo gracias a la música, como un ingrediente más en nuestra constitución humana.
La música servía para influir en la conducta de los que nos rodeaban, para transmitir información sobre el mundo natural, en rituales de apareamiento para demostrar la disponibilidad y en cantos para las crías como facilitador de su desarrollo cognitivo y emocional, aquellos individuos que canturreban daban a entender que poseían mejor salud que los que no lo hacían y por lo tanto podrían tener una descendencia más sana. Cuando no poseíamos escritura para trasmitir el conocimiento, la música y el canto favorecía la memoria, la retención de lo que se aprendía (Johansson, 2002), aquellos antepasados que podían asociar un pensamiento positivo, negativo o de alarma con una melodía era más fácil que lo recordaran en un futuro y prevenir algún peligro o prepararse para un acontecimiento positivo, esto le daría mayor probabilidad de subsistir.
El pensamiento artístico necesario para producir música fue esencial para el desarrollo humano (Gazzaniga, 2008), en esta acción se entrenaban capacidades fundamentales como la de disfrutar del pensamiento ficticio, participar con los semejantes de estas emociones, poder evocar emociones o desarrollar la imaginación, procesos estos fundamentales por ejemplo para tener una mayor preparación ante las vicisitudes del ambiente, con la imaginación anticipábamos posibles peligros, entrenábamos distintas alternativas de conseguir una pieza en la caza o de luchar con un rival. Estas conductas crearían una ventaja evolutiva para aquellos que las ejercieran, aquellos individuos que podían cantar y bailar durante tiempo e improvisaban, demostraban su flexibilidad cognitiva y su potencial físico (Levitin y Tirovolas, 2009). Hoy en día podemos ver de alguna manera las huellas de estas funciones mencionadas, pero existe una característica que ha permanecido hasta el día de hoy con más fuerza, y es que la música es fundamentalmente una actividad de grupo. Sobre esta función de la música igualmente existen multitud de investigaciones (MacNeill, 1995), compartir unos gritos y unas voces a coro con otros individuos afianza la sensación de grupo, estar asociados y colaborar en equipo era un modo de actuar primordial para sobrevivir. La música fortalece la unión del grupo, los integrantes de un grupo de personas que canta en coro por ejemplo segregan mayor cantidad de endorfinas y soportan mejor el dolor que aquellos que cantan solos.
Aquellos antepasados nuestros que en la preparación de la cacería o de una batalla compartían bailes y cantos estaban fisiológicamente mejor preparados para la actividad física para el esfuerzo que los grupos que no lo hacían, la música, hacer música era un apoyo fundamental.
Blacking, J. (1995). Music, culture and experience. En Reginald Byron,ed. Music, Culture and Experience: Selected Papers of John Blacking (Chicago University Press).
Blacking, J. (1973). How Musical Is Man? University of Wanshington Press, Seattle. Traducción al castellano: ¿Hay música en el Hombre?, Alianza, Madrid, (2006)
Boyer, P. (2001). Religion Explained, Basic Books, Nueva York.
Grinnell, G. B. (1920). Blackfoot Lodge Tales. New York: Scribner
Brauliou, C. (1973). Problems of Ethnomusicology. Cambrrigde: Cambrigde University Press.
Gazzaniga, M. S. (2008). Human: The science behind what makes us unique. New York. Ecco.
Johansson, B., B. (2002). Music, age, performance and excellence: a neuroscientific approach. Psychomusicology, 18. 46-58.
Levitin, D. J y Tirovolas, A. K. (2009). Current advances in the cognitive neuroscience of music. Annals of the New York Academy of Sciences. Volumen 1156. The year in cognitive neuroscience 2009. 211-231.
MacNeill, W. H. (1995) Keeping Togehter in Time: Dance and Drill in Human History, Harvard University Press, Cambridge (MA).
Mithen, S. (2007). Los neandertales cantaban rap. Los orígenes de la música y el lenguaje. Crítica. Barcelona.
Nettl, B (1968). Studies in Blackfoot indian musical culture. Ethnomusicology, 12
Nettl, B. (1983). The Study of Ethnomusicology: Twenty-Nine Issues and Concepts. University of Illinois Press, Urbana (IL).
Pinker. S. (1997) Cómo funciona la mente. Destino. Barcelona.