La emblebilidad del músico es algo que me ocupa desde hace ya un tiempo. En mi labor de acompañamiento individual como coach creo que al menos un 70% del trabajo con mis clientes tiene que ver con la empleabilidad y la mejora de la situación laboral.
Mi caso es el de un interprete que se ha adaptado con relativo éxito a una situación laboral nueva no prevista. Desde mi experiencia los puntos clave que uno debe comprender para moverse dentro del nuevo paradigma laboral del músico podrían ser:
Flexibilidad – Adaptabilidad – Creatividad – Perseverancia
Quiero compartir este artículo de Manuel Tomas Ludeña en el cual nos invita a reflexionar sobre el nuevo paradigma de mundo laboral del músico y la necesidad de actuar al respecto con inteligencia desde diferentes ámbitos de la sociedad.
Ganarse la vida como músico, ¿misión imposible?
«Te darás cuenta de que se acabó, serás una herramienta obsoleta que no valdrá la pena arreglar con un maldito matrimonio y 62 mil dólares al año». Diálogo de la película Misión Imposible.
La búsqueda de oportunidades de empleabilidad para los jóvenes músicos es una obligación para todos aquellos que tenemos responsabilidades en el terreno educativo. Después de una crisis económica muy dura, donde las tasas de desocupación juvenil superaron el 50 %, la mayoría de indicadores apuntan que la situación está mejorando y que comienzan a aparecer nuevas oportunidades. Ahora nos enfrentamos a un escenario diferente que es necesario conocer y comprender. Vamos a ello.
El final del ¿estudias o trabajas?
Hasta no hace muchos años, la mayoría de las personas dividían sus vidas en dos etapas diferenciadas. Una primera de estudio que, en el mejor de los casos, se extendía hasta después de los 20 años si se cursaban estudios superiores y universitarios. Una vez completada esta primera etapa, se iniciaba una segunda caracterizada por el acceso al mercado laboral donde se aplicaba lo aprendido hasta la llegada de la jubilación.
Esto era posible, entre otras cosas, porque los cambios en los diferentes campos del saber eran relativamente lentos respecto a como lo son en la actualidad y se sucedían a un ritmo que permitía su asimilación con cierta facilidad. Este escenario sólido y estable definía una manera de actuar clara: si se completaban estudios, las opciones de empleabilidad mejoraban sustancialmente. Con ello se conseguía, en la mayoría de ocasiones, una promoción social y económica
Los que no estudiaban veían mermadas sus posibilidades de ascenso social, pero tenían a su alcance otro tipo de trabajos menos cualificados y por ende con menor retribución, pero trabajo al fin y al cabo. Aquello de ¿estudias o trabajas? con que empezábamos los interrogatorios a nuestras posibles novias/os tenía su sentido. Si alguien no quería estudiar, tenía ciertas opciones de empleabilidad aportando simplemente la fuerza de sus brazos en el sector primario, en la industria o en los servicios.
Ahora ya no es así, las sociedades postmodernas actuales han cambiado rotundamente este escenario. La aparición de las tecnologías de la comunicación y de la información, los procesos de globalización económica y la llamada sociedad del conocimiento han acelerado los procesos de cambios, ahora ya imposibles de predecir a pocos años vista. Y además, cada vez es necesario más cualificación para realizar cualquier tipo de trabajo.
En este escenario, ya no vale aquello de ¿estudias o trabajas?, mejor decir ¿estudias o estudias? Si queremos planificar y desarrollar el ejercicio de una profesión de manera continuada y satisfactoria en el tiempo, es obligatoria una actualización permanente. Vaya, lo que llamamos el aprendizaje a lo largo de toda la vida. No sirve ya tener un expediente extraordinario o ser el primero de la promoción. Estas credenciales, siendo muy buenas, no garantizan el éxito profesional en la actualidad. La liquidez del postmodernismo también ha desdibujado los límites y los contornos de las fases de la vida. Acostumbrarnos a esta situación cuanto antes puede ser muy importante.
En este contexto, los expertos nos dicen que es mejor adquirir nuevas competencias de carácter transversal que faciliten el ejercicio de la profesión en escenarios cambiantes, como son la capacidad de adaptación, la capacidad para programar la propia formación y así un largo etcétera.
Dicho esto, pasamos a analizar a continuación algunas cuestiones relativas al comportamiento del mercado laboral en la llamada música clásica. ¿Cuáles son los caladeros más importantes de empleo musical? ¿Qué competencias y saberes deben atesorar los músicos para incrementar sus opciones de empleabilidad?
Casi todos a la docencia, mal que nos pese
Sin lugar a dudas, es la docencia el caladero más importante de empleo para los músicos. Según estudios recientes, el 72% de los músicos profesionales del mundo occidental (Europa, Norteamérica y Australia) se ganan la vida en el ámbito educativo. Y el resto en todos los demás campos que incluyen la interpretación, la investigación, la gestión, etc.
Debido a nuestro sistema de aspiraciones, la interpretación es el campo profesional preferido, el más atractivo, el sueño dorado para cualquier estudiante. Y esta primera confrontación con la realidad la solemos vivir con cierta frustración. Nos hemos preparado durante los estudios para ejercer la profesión como intérpretes y nuestra formación se ha centrado casi exclusivamente en este terreno; sin embargo, la mayoría acabamos dando clases en institutos, colegios y conservatorios. Y claro, pasa lo que pasa. No es bueno ejercer una profesión que no produce satisfacción, más bien al contrario. Ser feliz en tu profesión es muy importante.
Más allá de la gestión de las frustraciones o infelicidades personales, esta situación también genera problemas de naturaleza superior, ya que la formación del futuro profesorado de música en nuestro país no es la adecuada, los jóvenes que se dedican a la docencia en escuelas de música y conservatorios han cursado la especialidad de Interpretación y apenas tienen formación didáctica. Y mucho más si todavía no está regulado por los poderes públicos la formación pedagógica y didáctica para el ingreso en los conservatorios que la Ley Orgánica de Educación del 2006 (la LOE) estableció hace más de diez años. Pero como decía Kipling, «esto es otra historia».
No se trata de disuadir a nadie, ni mucho menos, de ser intérprete pero sí de ofrecer una información veraz. Los jóvenes músicos han de saber la verdad, muchos irán a la docencia. Y gracias, porque se trata de un trabajo apasionante.
Todos podemos empujar en la misma dirección
Como casi siempre en la vida, todos podemos aportar algo. En primer lugar, las administraciones y los poderes públicos. En la Comunitat Valenciana y en virtud de nuestro movimiento asociativo ya estamos tardando en establecer políticas sectoriales de empleo relacionado con la actividad musical aprovechando recursos y fondos europeos y propios, por ejemplo.
Las instituciones educativas superiores, Conservatorios Superiores y Universidades, tienen mucho que decir, adecuando los planes de estudio y la formación a las necesidades reales del alumnado. Y evitar que los conservatorios se conviertan en una especie de invernaderos, donde el alumnado sobrevive muy bien allí dentro pero que, una vez fuera, con las enseñanzas recibidas no puede encontrar trabajo. Si observamos el catálogo de postgrados que ofrecen los conservatorios públicos, encontramos una oferta, como siempre, centrada en la Interpretación salvo honrosas excepciones. Y erre que erre. Al final se trata de enseñar a los alumnos no lo que sabemos los profesores sino lo que necesitan realmente. Muy sencillo y muy difícil de llevar a término.
Y como no, la responsabilidad individual y las decisiones que debe tomar cada músico. Se trata de planificar su propia formación, conocer con claridad el contexto laboral actual y tomar sus propias decisiones en función de todo esto, adoptar una actitud más abierta, incrementar y diversificar su formación, explorar las posibilidades que ofrece la internacionalización ya que somos una gran potencia en educación musical. Como se puede observar, un gran abanico de posibilidades. Sin olvidar la felicidad en el trabajo.
Tenemos muchos ejemplos. Me permito citar a mi admirado colega, el oboísta Vicente Llimerà, un profesional que desempeña su labor en la docencia, la interpretación, la gestión y la investigación. Un Leonardo Da Vinci actual como me gusta decirle. Su versatilidad, capacidad de trabajo y planificación adecuada de su propia carrera nos deben guiar como ejemplo. Y también Fermín Galduf, trompa solista de la Orquesta de Córdoba a quien una abrupta enfermedad profesional le apartó de su trabajo en unos pocos meses, algo difícil de superar. Pero reorientó sus capacidades, hoy regenta una empresa dedicada a la formación, al coaching de músicos y gestión de escuelas de música. Todo un ejemplo de adaptabilidad.
Tenemos modelos en quien fijarnos y se podría citar muchos más ejemplos de éxito que ahora llamamos «buenas prácticas».
En definitiva, no es fácil, nadie dijo que lo fuera. La confianza en nuestros jóvenes, su capacidad creativa y emprendedora son el mejor activo para cosechar muchos éxitos en el futuro si somos capaces de trabajar todos en la misma dirección. Al final, se trata de conseguir una carrera profesional duradera y satisfactoria y para ello nada mejor que desterrar algunas creencias limitantes que nos han acompañado durante mucho tiempo.
Apasionante, como los grandes retos de la vida.
Manuel Tomás Ludeña
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