El ataque de ansiedad es una vivencia muy desagradable debido a la reacción fisiológica que se genera
Los ataques de ansiedad, más conocidos entre los profesionales como ataques de pánico son frecuentes entre la población general, la prevalencia de este trastorno (con o sin Agorafobia) se sitúa entre el 1,5 y el 3,5% de la población.
Después de sufrirlos, la persona suele acudir al hospital o a su médico para evaluar si existe alguna enfermedad o patología. Después de varias pruebas médicas donde todo está correcto la persona vuelve a casa recordando la frase del médico: “ha tenido usted un ataque de ansiedad”.
El ataque de ansiedad es uno de los trastorno que más sufrimiento acarrea por la intensidad de la ansiedad que se soporta, la persona, sin un motivo aparente, siente como las sensaciones de su cuerpo se intensifican y se aceleran, taquicardia, hiperventilación, tensión muscular, mareo, opresión en el pecho o dolor de cabeza son algunas de las respuestas fisiológicas que aparecen. También de inmediato acuden pensamientos catastróficos en relación a estas sensaciones: “si esto no para me va a dar algo”, “me está dando un infarto”, “voy a desmayarme”, etc.
Estos ataques de pánico pueden desencadenarse en cualquier situación, en cualquier momento: sentados tranquilamente en casa, después de una discusión, mientras paseamos… o en el escenario si somos músicos.
En cualquier momento del concierto notamos como el corazón se acelera, nos falta la respiración, una desagradable sensación de mareo y falta de aire se apodera de nuestro cuerpo y aparece de inmediato un pensamiento horrible, “tengo que marcharme”, “me voy a desmayar”, aquí, a mitad de concierto, delante de todos: público, compañeros, director, críticos, etc. En estos casos, además de la ya desagradable sensación física se añade la visión de las posibles consecuencias que tendrá un desmayo o un abandono del escenario. Pensamientos catastróficos sobre lo que puede ocurrir en esa situación se desencadenan rápidamente, añadiendo más ansiedad a la avalancha de sensaciones incómodas: “será horrible si me desmayo”, “si me voy ahora mismo tendrán que parar todos y será horrible”, “seré el foco de atención y arruinaré el concierto”, etc.
Veo muchos músicos que les ha ocurrido esto, y que después de esta experiencia amarga inician conductas de seguridad en los siguientes conciertos para evitar que vuelvan esas sensaciones. Estas conductas lo que consiguen justamente es lo contrario, estimulan al cuerpo a estar alerta, en alarma constante por si se produce un nuevo episodio de ansiedad. Como un círculo vicioso que se alimenta, se ven envueltos en un camino sin salida donde cada intento de salir de él acrecienta el malestar y lo perpetúa. Lo que comenzó siendo un ataque de pánico (hay músicos que solo tienen un ataque y otros que tienen más de uno) termina siendo ansiedad escénica (el temor a la evaluación de los demás) pues esa sensación de alarma, de ansiedad, repercute en la interpretación: concentración, atención, musicalidad, etc., se ven afectadas.
Estos ataques de pánico tienen solución y conviene tratarlos de inmediato, antes de que provoquen otros problemas.