
No quiero defraudar a mi profesor de instrumento
Los estudiantes de música viven numerosas situaciones de tensión en su larga carrera de formación: audiciones, conciertos, exámenes, pruebas para orquestas, recital final, etc. En ellas aparece normalmente la ansiedad escénica, la presión de tocar bien, de no ponerse nervioso o nerviosa, la respuesta fisiológica se dispara: taquicardia, sequedad de boca, temblores, hiperventilación, etc. Y también la respuesta cognitiva se une a esta malestar con pensamientos como “seguro que me pongo nervioso”, “no me saldrá este pasaje”, “todos verán lo nervioso que estoy”, etc. Entre todas las que surgen hay una muy significativa que nos llama mucho la atención: “no quiero defraudar a mi profesor”.
Cuando preguntamos a los alumnos que nos indiquen de menor a mayor las situaciones ansiógenas que padecen en su actividad musical, el hecho de dar clase con el profesor está en el 4º ó 5º lugar, es decir, recibir la clase semanal con el profesor o profesora suele ser una situación que provoca ansiedad. Y si se trata de interpretar delante del profesor en una clase colectiva con otros alumnos, máster, jornada, etc., la situación es mucho más ansiógena.
“No quiero defraudar a mi profesor” no solo es una frase que esgrimen habitualmente en estas situaciones, también es el reflejo de algo más profundo y que esta demasiado presente en la vida del estudiante, y también en muchas ocasiones, del músico profesional.
En la relación tan personal y única que se crea entre profesor de música y el alumno, esta característica negativa es algo que esta muy presente y tenemos que eliminar. Ya indicamos en otro artículo (Cuidado con las audiciones) que desde las audiciones tempranas puede originarse este problema, cuando el profesor siente de manera exagerada y equívoca que su trabajo esta representado y valorado a través de sus alumnos, del nivel que obtengan a la hora de interpretar.
Algunos profesores de manera manifiesta infunden esta presión a sus alumnos con frases directas, “no puedes dejarme mal”, “no puedo permitir que un alumno mío no pase a la final” “todos saben que eres mi alumno y si no estas a la altura también quedo yo mal”, etc. Esta postura se mueve entre una inconsciencia imperdonable y una crueldad inadmisible que sufren muchos músicos.
Es cierto que muchos profesores no infunden esta presión a los alumnos, pero no pueden evitar que los alumnos la desarrollen por una excesiva idea de la responsabilidad. Pero en estos casos deben intentar paliarla.
Además, como vemos frecuentemente en las consulta de coaching para musicos, esto no ocurre solo a estudiantes, también a profesionales de larga experiencia tienen en ocasiones esta presión absurda que potencia la ansiedad escénica, produciendo un malestar perjudicial. Es una presión más que va a alimentar los nervios en el momento de la interpretación y que influenciará negativamente en le rendimiento de la actuación.
Esta idea, pensamiento y actitud hay que eliminarla de la relación entre el profesor y el alumno. Sobran los motivos para deshacerse de ella, no solo por lo perjudicial que se muestra sino por que está basada en premisas falsas. El alumno, el músico, es el único responsable de lo que realiza y cómo lo realiza, no es cierto que los alumnos “sean” de un único profesor de instrumento, tienen centenares de influencias en su formación, no “representan” a su profesor, etc.
Una buena manera es empezando a hablar de ello, puede iniciar el tema el profesor o el propio alumno. Hablar sobre ello es el primer paso, fundamental, y plantearse después cuestiones del porqué ocurre esto, si realmente el profesor tiene este pensamiento o es el alumno el que lo crea sin la presión de aquel.
Esclarecer este sentimiento será sin lugar a dudas una liberación para el alumno, y puede que para el profesor.
Ánimo.
Y hasta aquí el artículo No quiero defraudar a mi profesor de instrumento
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