¿Qué hago después del concierto?
¿Qué hago después del concierto?
Guillermo Dalia
“Cuando las luces se apagan y el concierto terminó,
y la música se acaba, entonces vuelvo a ser yo”
“Pedro A. Díaz / Enrique Urquijo”
Si los momentos antes del concierto son especiales y dan para escribir varios ejemplares sobre psicología de la música, sobre obsesiones, supersticiones, pensamientos automáticos, etc., los momentos posteriores también merecen algún capítulo.
Por supuesto, las circunstancias de después del concierto no son las mismas que las que nos encontramos antes: inquietud, puede que ansiedad, puede que inseguridad, seguramente expectativas y ciertas mariposas en el estómago que pueden convertirse en desgarradoras rapaces alimentadas por la ansiedad. Después, todas estas respuestas desaparecen o se desvanecen substancialmente, hay músicos en los que después del concierto padecen la ansiedad con toda su potencia, pero son casos aislados, lo lógico es que después del concierto aparezca cierto cansancio, físico y mental, y que la excitación (positiva o negativa) de nuestro cuerpo de paso a otras sensaciones más calmadas.
Después del concierto debemos comportarnos hacia el público, los asistentes, de manera amable y cordial, no quiero decir con esto que no sea esta la manera usual de la mayoría de músicos, pero también es cierto que a muchos de ellos no les agrada esta parte final de su interpretación, y hay que señalar que en estos casos se suele percibir esa incomodidad en el trato.
Esta parte de contacto personal forma parte de la labor del músico, el músico no solo toca el instrumento, también se relaciona con los demás: público, director, colegas, alumnos, representante, periodistas, etc., y es importante manejarnos bien en estos escenarios.
En cuanto a nivel cognitivo, es decir, lo que pasa por nuestra cabeza, lo mejor es intentar que no pasen muchas cosas del concierto, no hablar mucho de él ni estar pensando en el ocurrido. No es que estos pensamientos sean en sí mismo negativos, lo son si pensamos de manera evaluativa, en cuanto a los errores que hemos cometido, si ha gustado más o menos al público, si se ha notado mucho o poco el error cometido, etc., pensamientos bastantes frecuentes en músicos de música clásica. De hecho distinguiría entre estos y los músicos de rock o pop, quienes no piensan de manera tan evaluativa y tan incisiva sobre los posibles fallos y es más fácil que recuerden momentos agradables, incluso si algún músico ha cometido algún error sea motivo de bromas entre los colegas, dentro de un ambiente positivo y desenfadado.
Mejor que no acudan pensamientos negativos y evaluativos, que vienen a juzgarnos de manera tan ridícula como dañina después de un concierto, esto dependerá de nosotros, de cómo nos tratemos; mejor tratarnos bien.
Por supuesto, después de un concierto hay que reforzarse por lo realizado, premiarnos con pensamientos positivos y físicamente con alguna actividad que nos agrade como un comida especial con familiares o colegas, pero no premiarnos por el resultado si no por el trabajo que nos ha llevado a realizarlo, por el esfuerzo y dedicación que hemos destinado para hacerlo posible. Pero también por otros motivos a veces olvidados: premiarnos por tener un publico que viene a escucharnos, por haber compartido un momento único (cada concierto es único) con todos ellos, recompensarnos por el trabajo que nos lleva a realizar una acción tan hermosa como extraordinaria que es interpretar música y poder compartirla con los demás, por tener el privilegio de ser músico y haber realizado ese concierto… y sentir querer que el próximo concierto venga pronto.
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