¿Los músicos somos artistas? ¿Somos virtuosos del instrumento o músicos que realizamos una expresión artística?
En los cursos que realizamos con profesores, intérpretes y alumnos invitamos a esta reflexión, ¿somos artistas? y a partir de esta pregunta se va construyendo una coloquio siempre interesante.
La pregunta no es baladí, detrás de ella hay una preocupación en torno a cómo se desarrolla la pedagogía en la música. En foros internacionales se debate este tema con el objetivo de reflexionar y proponer algunos avances en cuestiones formativas, debate al que nos unimos.
Es importante no perder de vista el sentido de nuestro trabajo y cuales son los aspectos que lo constituyen. Una primera aproximación al tema es acudir directamente al sentido de las palabras: según la Real Academia Española (R.A.E.), músico es la “Persona que conoce el arte de la música o lo ejerce, especialmente como instrumentista o compositor”, y artista, la “Persona dotada de la virtud y disposición necesarias para alguna de las bellas artes”.
Crucial nos parece entender al músico como una persona que conoce el arte de la música. Es obvio que todos entendemos que la música es un arte, y si realizamos esta pregunta todos contestan sin dudarlo, pero la respuesta se paraliza cuando preguntamos si los músicos somos artistas.
¿Porqué aparecen titubeos, porqué estas dudas primeras? Creemos que esta situación refleja uno de los errores que se comenten en la pedagogía musical desde los inicios, desde las primeras clases que recibe un músico. En la práctica musical prima sobre todo la parte técnica, la parte del instrumento, del procedimiento, proliferan multitud de métodos sobre técnica instrumental, también sobre estrategias corporales para rendir más técnicamente y se olvida o se deja en un rincón la parte emocional, psicológica, sentimental, la parte del mensaje, de intentar compartir emociones y lograr esas emociones en la audiencia.
Repetimos muchas veces que la parte técnica, es decir, poseer una habilidad y pericia con el instrumento es necesaria para cualquier músico, así como la parte interpretativa, conocer la obra, el sentido del partitura, etc. Estas áreas son necesarias pero no suficientes si queremos trasmitir emociones, hacer música y no solo notas. Si queremos crear una bella comunicación y que la audiencia se conmueva, necesitamos la parte artística de la interpretación musical.
Otra aproximación a esta temática es observar qué ocurre en una clase de música, si los profesores instruyen también en la parte artística, ¿qué indicaciones se oyen en las aulas?¿se habla del hecho artístico, de comunicación, de emociones?, ¿hablamos de las emociones en las clases? ¿enseñamos a los futuros músicos las emociones y cómo estas se potencian con la interpretación musical? ¿cuántas palabras y frases dedicamos en la enseñanza relacionadas con el arte y cuantas relacionadas con la parte técnica, del procedimiento y la habilidad?
Conocemos las respuestas: la balanza está muy desequilibrada hacia la parte técnica.
Una idea equivocada frecuente es la de creer que se necesita una gran destreza para que aflore la parte artística y que el arte en la interpretación se revelará en cursos superiores. Es un grave error no cultivar desde los primeros pasos en la música la importancia del arte en la interpretación musical. Tenemos que instruir desde el inicio a los estudiantes en la parte del arte que lleva implícito la musical. Nuestro objetivo no es formar magistrales intérpretes de un instrumento, sino que utilicen el instrumento como un recurso para hacer música, para hacer arte.
Los músicos somos artistas, evidentemente, pero esta evidencia debería estar más presente en el quehacer de los músicos, de los profesores, alumnos e intérpretes; presente día a día. Considerarse artistas a través de la música no solo es una expresión teórica que nos complace, es un excelente y necesario compromiso con la labor del músico, como profesional intérprete y como profesor.