Cuando me equivoco en el escenario
Si tienen algo en común todos los músicos de este planeta, sea cual sea la modalidad de música que interpreten y el nivel que desarrollen en la interpretación es que alguna vez han cometido algún error mientras tocan. Además, también es seguro que en un futuro seguirán cometiendo algún fallo, mayor o menor, más visible (audible) o menos, técnico o interpretativo, de afinación, de tiempo, etc.
Este hecho sabemos que es común e inevitable en los músicos y sin embargo parece sorprendente que no nos preparamos, que no nos hayan preparado para ello.
Dedicaré otro artículo a la respuesta cognitiva y emocional del fallo después del concierto por parte del músico, aquí veremos unas pinceladas de qué podemos hacer en el preciso momento del fallo.
Lo primero a considerar es que tenemos que ensayarlo, sí, ensayar el fallo para que no nos pille desprevenido. Ensayamos mucho para que surja bien, algo lógico y normal, pero tenemos también que practicar qué haremos si cometemos un error imprevisto. Estaremos de acuerdo en que en muchas ocasiones desconcierta más la respuesta ante el fallo que el fallo en sí mismo, los segundos posteriores al fallo, donde la respuesta de nuestro cuerpo nos traiciona, suele ser automática: pequeña tensión muscular, desconcentración, pequeño lapsus de memoria, descoordinación momentánea, etc. Pero insisto: esto no ocurren por el error si no por una mala respuesta ante este.
Algo fundamental que suele provocar el error y que este nos afecte negativamente es precisamente estar muy pendiente de no cometerlo. Si estamos tocando y mientras tanto pendientes de no fallar, de la técnica, de cómo lo estamos haciendo, si estamos pendientes de nuestro cuerpo … todo esto aumentará la posibilidad de que fallemos. Por el contrario, si estamos pendientes de la música (no de las notas), pendientes de disfrutar (no de hacerlo bien), pendientes de la emoción que sentimos (no de nuestro cuerpo), si nos escuchamos mientras tocamos (y no nos autoevalumos), en definitiva, si estamos fluyendo con lo que hacemos, no solo disminuirá la probabilidad de que cometamos un error si no que si este se produce, no provocará un efecto dominó como el que antes señalaba.
¿Y qué debemos hacer? Pues la mejor respuesta ante un error técnico en la interpretación es no hacer nada, seguir (fluyendo) con la interpretación, que la nota posterior surja igual que si no hubiésemos cometido un error. Pero esto debemos automatizarlo. Una buena medida es ensayar de principio a final y si cometemos un error no parar, seguir, si paramos cada vez que cometemos un error acostumbramos a nuestro cuerpo a que ha de detenerse y es lo que pretenderá hacer encima del escenario.
Tenemos entonces que cuidar también nuestros gestos en el momento del error, una mirada de preocupación, tragar saliva, fruncir el ceño, tensar músculos, etc. Son reacciones automáticas que debemos evitar. Y esto lo conseguiremos si lo hemos practicado con anterioridad.
No olvidemos algo fundamental, el objetivo nuestro no es interpretar bien (qué es bien, para quién, como…), si no llegar a comunicar, a emocionar, a conectarnos con la obra. Podemos hacer una interpretación sin ningún error técnico pero no llegar a trasmitir y a conectar con la obra. Y podemos hacer algún pequeño fallo pero que la conexión, la emoción y la belleza de lo que realizamos se ofrezca de manera satisfactoria para que pueda ser disfrutado por la audiencia. Ánimo.