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La música en el ser humano (II)

La música en el ser humano (II)

En nuestro segundo artículo sobre la música en el ser humano os presentamos un extracto del libro “El músico adicto: la Musicorexia

Editorial: Mundimúsica Ediciones. 2014

 

El primer instrumento (si podemos considerarlo como tal) que utilizamos para crear música fue nuestro propio cuerpo, manos y brazos para crear ritmos y nuestra voz para crear cantos. La voz posiblemente es nuestro primer instrumento musical; prepararse para la caza con canciones nos hacía más fuertes y estar mejor preparados. Cantar canciones de cuna a las crías las protegía de ruidos externos y se sentían más apoyadas y a salvo. Hoy día todas las culturas poseen canciones de cuna para tranquilizar a sus bebés. Cuando nacemos llevamos ya con nosotros la capacidad de que nos calmen con cierto tipo de música, tenemos estructuras cerebrales para reconocer cierto tipo de armonías y podemos apreciar más unas que otras. Bebés de tres días ya son capaces de responder diferencialmente a armonías disonantes y modificadas (Peranni y col., 2008). A los 9 meses somos sensibles a las características de las escalas musicales de la cultura en la que nacemos (Treuh y al. 1999). Durante el primer año de vida ya percibimos y discriminamos violaciones en los tonos de una melodía (Hannon y Trehub, 2005) y preferimos ciertos intervalos musicales (Trainor y al. 2002).Sin título1

Los humanos somos la única especie que podemos sincronizar el movimiento de nuestro cuerpo con el ritmo de la música (Patel 2007). En muchas culturas se utiliza el mismo termino para lo que nosotros llamamos cantar y bailar, no existe diferenciación entre ellas, los movimientos del cuerpo y la voz son uno, y entre ellos se construye la música. El sentido del ritmo, componente fundamental en la música lo tenemos en nuestro cuerpo instaurado, los latidos del corazón, la respiración… tenemos sensaciones rítmicas que van a completar el surgimiento de la música. Se estima que el ritmo es un sentido que aparece hace 1.8 millones de años, y coincide con la bipedestación (Mithen, 2007). Vestigio de todo esto son algunas áreas cerebrales que indican el pasado remoto de esta relación. Escuchar música puede activar las neuronas espejo que nos hacen pensar en los movimientos necesarios para hacer esa música (Levitin y Tirovolas, 2009). También estudios sobre nuestro cerebro apuntan a que el sentido del ritmo se localiza en áreas antiguas filogenéticamente: el cerebelo y los ganglios basales (Grahn, 2007). La música no puede existir sin movimiento, aún estando inmóviles, cuando oímos música, se activan regiones cerebrales implicadas en el movimiento motor incluyendo el cerebelo y los ganglios basales (Levitin, 2008; Levitin y Menon, 2003).

Los primeros gritos que derivaban en cantos trataban de imitar de la naturaleza, reproducir chillidos de los animales, aves y carnívoros (Mania y Mania, 1988. Gamble, 1998). Las primeras cadencias musicales, el canto, serían parecidas a las que hacen algunos gibones en la actualidad, son utilizadas durante el cortejo sexual, para expresar emociones como el amor, celos, triunfo y como muestra de desafío hacia los rivales (Darwin, 1871). Entre las herramientas que se construían se encontraban las dirigidas a ampliar y desarrollar los cantos: eran los primeros instrumentos musicales. Huesos y ramas servían para golpearlos y crear los ritmos, pero el primer artilugio fabricado a propósito para crear nuevos sonidos posiblemente sea una flauta hecha con un hueso de animal hace 36.000 años, encontrada en Geissenklösterle, una caverna al sur de Alemania. El hombre y la mujer de Cro-Magnon utilizaban el marfil del mamut y los huesos de los buitres para fabricar instrumentos musicales (Bermúdez, 2010). Aunque muchos son los autores convencidos de que anteriormente se producían instrumentos musicales con maderas y con materiales perecederos que no han llegado a nuestros días (Drösser, 2012).

Sin título3Desde aquellos tiempos remotos hasta nuestros días se han ido construyendo artilugios capaces de producir sonidos organizados para traducir a estímulos sonoros la música que el hombre siente dentro. Muchos instrumentos musicales tuvieron una corta vida, aparecieron y desaparecieron a lo largo de la historia, otros sin embargo aparecieron hace siglos y han ido evolucionando transformándose poco a poco hasta tener la apariencia de hoy en día.

Algunos autores apuntan a que hace cuarenta mil años el hombre ya dibujaba trazos parecidos a lo que podemos entender como música, como demuestran pinturas paleolíticas descubiertas en las cuevas de la localidad francesa de Ariége (Lawson, 2006). Por ello podemos pensar que también existían intérpretes, es decir individuos que descifraban aquellas pinturas y las convertían en sonidos. En los inicios esos intérpretes eran todos los integrantes del grupo o tribu y utilizaban básicamente el canto coral. Eran melodías que se entonaban como rituales ante sucesos como la muerte de alguien cercano, el nacimiento, preparativos para la guerra o la paz.

En la antigüedad, como ocurre con otras actividades, no estaba delimitada la labor del músico, no existían los músicos como personas especializadas en interpretar música. Hoy en día todavía podemos ver en algunas culturas este hecho, estas actividades (baile, canto, música) no son exclusivas de un grupo sino que todos los integrantes de la tribu participan y son capaces de bailar y cantar (Blacking, 1967). En Leshoto, el pequeño país rodeado por Suráfrica, cantar y bailar son actividades naturales en la vida de todos, integradas en toda la sociedad. El verbo cantar en su lengua (“ho bina”), como en muchas otras lenguas del mundo, significa también bailar; no hay ninguna distinción, porque se supone que cantar entraña movimiento corporal (Levitin, 2008).

Progresivamente los artilugios para crear sonidos organizados e intencionados iban desarrollándose y paralelamente la dificultad para poder utilizarlos. Poco a poco la complejidad de estos instrumentos obligaba a una pericia que debía ejercitarse, dedicar un tiempo a su instrucción. Entonces es cuando aparecen lo que entendemos por músicos, personas que dedican mucho tiempo a desarrollar la habilidad para hacer música con un instrumento. Aunque existe lógicamente una gran variabilidad cultural y los avances son desiguales podemos estimar que en nuestra sociedad hace unos 500 años surgió una diferenciación que dividió en dos la sociedad, formando clases separadas de intérpretes y oyentes (Levitin, 2008). Desde entonces se creó poco a poco la figura del músico como profesional, con todas las connotaciones distintas que pueda tener el concepto profesional.

La historia del músico como profesión es una historia que se ha formado muy lentamente, por derroteros confusos de aceptación social y de la propia colectividad, construyéndose con no pocas dificultades, tanto extrínsecas como de los propios músicos. Parece increíble, pero podemos afirmar que todavía hoy en día no se ha completado dicho reconocimiento, muchos pueden ser los criterios que existen para apoyar esta afirmación.

Bibliografía 

  • Bermúdez,deC,J.M.(2010).Laevolu- ción del talento. Cómo nuestros orígenes determinan nuestro presente. Debate.
  • Blacking, J. (1967). En El análisis cul- tural de la música, Francisco Cruces y otros (eds.). Las culturas musicales. Lecturas de etnomusicología. Madrid, Trotta, 2001.
  • Darwin, C. (1871) Descent of Man, and Selection in Relation Sex. Consul- tado en internet: www.zoo.uib.no/ classics/descent.html
  • Drösser C. (2012). La seducción de la música. Los secretos de nuestro instinto musical. Editorial Ariel.
  • Grahn, J.A. y M. Bertt (2007). Rhythm and beat percepcion in motor areas of the brain. Journal of Cognitive Neu- roscience 19, pg: 893-906.
  • Hannon, E.,E. y Trehub, S., E. (2005). Metrical categories in infancy and adulthood. Psycholog. Sci., 16, 48-55
  • Lawson, C. (2006). La interpretación a través de la historia. La interpretación musical. John Rink (ed.) Alianza Edito- rial. Madrid.
  • Levitin, D. J y Tirovolas, A. K. (2009). Current advances in the cognitive neu- roscience of music. Annals of the New York Academy of Sciences. Volumen 1156. The year in cognitive neuros- cience 2009. 211-231.
  • Levitin, D. J. (2008). Tu cerebro y la música. El estudio científico de una ob- sesión humana. RBA.
  • Mithen, S. (2007). Los neandertales cantaban rap. Los orígenes de la músi- ca y el lenguaje. Crítica. Barcelona.
  • Patel, A., D. (2007). Music, Language and the brain. New York: Oxford Uni- versity Press.
  • Perani, D., M.C. Saccuman, P. Scifo, D. Spada, G. Andresolli, R. Rovelli, C. Bardoli, S. Koelsch (2008). Music in the first days of life. Nature
  • Trainor, L. J., Tsang, C. D., y Che- ung, V. H. W. (2002). Functional role of auditory cortex in frequency proces- sing and pitch perception. J. Neurophy- siol., 87. 122-139
  • Trehub. D., E. Schellenberg, E., G. Y Kamenetsky, S., B. (1999). Infants and adults perception of scale estruc- ture. J. Exp. Psy.: Hum. Percept. Perf., 25, 965-975

 Hasta aquí un nuevo artículo sobre La música en el ser humano, pronto tendremos más.

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One thought on “La música en el ser humano (II)


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