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La cotidianización de lo inconcebible en la relación entre maestros y alumnos de instrumento (I)

La cotidianización de lo inconcebible en la relación entre maestros y alumnos de instrumento (I)

 

Por Mauricio Weintraub

Imaginemos esta situación: Una persona lleva su auto al mecánico porque encuentra un desperfecto. El mecánico tiene el auto durante un tiempo determinado y trabaja en él. Cuando la persona va a buscarlo, el mecánico con cierto enojo le dice:
“El auto no funcionaba correctamente. Y ahora tampoco funciona correctamente. Le pido por favor que no lo maneje en la calle, no sólo porque la gente va a pensar mal de usted sino porque también va a pensar mal de mí. Además imagínese qué pensarán de mí otros mecánicos si ven que el auto que usted maneja y que yo arreglé no funciona correctamente”

Imaginemos otra situación similar: Una persona (quizá la misma que antes fue al mecánico) contrata un arquitecto para reformar su casa. Luego de un tiempo en el que el arquitecto y su equipo han estado trabajando, el arquitecto, con cierto enojo, le dice a la persona:
“La casa que ud. me dio para reformar no estaba bien. Ahora tampoco está bien. Le pido por favor que no invite a nadie a esta casa, no sólo porque ud. quedará mal sino porque también me hará quedar mal a mí. Y por favor, le pido que de ninguna manera invite a otros arquitectos a esta casa porque imagínese lo que pensarán ellos de mí al ver la casa que yo reformé.

¿No les parecería inconcebible como actúan estos profesionales?

Mauricio Weintraub

Sin embargo eso no es todo.

¿Qué pensaríamos si la persona que llevó el auto al mecánico paga además el (no) arreglo y efectivamente decide guardar su auto y no utilizarlo para que los otros mecánicos no piensen mal de su mecánico? ¿Y qué pensaríamos si además se siente culpable porque el auto que le entregó al mecánico no funcionaba correctamente y porque el mecánico no arregló su auto?

¿Y qué pensaríamos si la persona que contrató al arquitecto paga el (no) trabajo de éste y decide no invitar a nadie a su casa para que otros arquitectos no piensen mal de su arquitecto? ¿Y si además se siente culpable por haber entregado una casa que no estaba bien y porque el arquitecto no pudo reformarla de una manera satisfactoria?

¿No les parecería inconcebible que una persona actuara de esta manera?

El problema de cotidianizar lo inconcebible es que terminamos aceptando como válido y verdadero aquello que es inconcebible que suceda. Cuando lo inconcebible se cotidianiza y se “normaliza”, se hace moneda corriente y se masifica aparece entonces lo peligroso y porque no lo oscuro.

Si volviéramos por un instante a las situaciones que planteábamos anteriormente e imagináramos que vivimos en un mundo en donde ambas situaciones están cotidianizadas, observaríamos tres consecuencias inevitables:
La mayoría de los automóviles y las casas restauradas estarían en mal estado.
Los automovilistas y dueños de casas restauradas vivirían en un constante temor de “hacer quedar mal” a los mecánicos y arquitectos y con una constante culpa por el mal estado de sus automóviles y casas.
Los mecánicos y arquitectos tendrían un poder mucho mayor del que evidentemente les corresponde.

Porque cotidianizar lo inconcebible tiene consecuencias también inconcebibles. Y estas consecuencias determinan cuestiones de inimaginable importancia en nuestra vida: Determinan nuestro sentir, nuestra valoración y nuestra fuerza. Y determina cómo podemos utilizar o no aquello que es nuestro.

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CONTINUA LA PROXIMA SEMANA

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