El Flow es un estado en el que nos encontramos absolutamente inmersos en una actividad, focalizados en el proceso, perdiendo la consciencia de nosotros mismos y la del paso del tiempo. Es un estado placentero en el que disfrutamos al máximo de lo que estamos haciendo.
El autor de esta teoría fue el investigador Mihaly Csikszentmihalyi, el cual estudió a un grupo de artistas y su día a día. Mihaly Csikzentmihalyi observó que éstos trabajaban con gran intensidad, durante períodos largos de tiempo cada día. Además, se sentían pletóricos y disfrutaban en estas sesiones. El esfuerzo realizado no era un problema sino más bien al contrario.
“El Flow o estado de flujo es un estado subjetivo que las personas experimentan cuando están completamente involucradas en algo hasta el extremo de olvidarse del tiempo, la fatiga y de todo lo demás, excepto la actividad en sí misma”. Mihaly Csikszentmihalyi (2009)
Características del estado
1. Alteración del sentido del tiempo. Un segundo parece durar horas o las horas parecen durar segundos, según la tarea que se esté realizando.
2. Se da una disolución del ego, sobreviene una fusión entre la persona y la actividad que realiza y, la concentración se vuelve más y más profunda.
3. En el estado de flujo la persona está centrada en el presente y, experimenta una fuerte determinación.
4. El estado de flujo aparece cuando estamos realizando algo que está al límite de nuestra habilidades.
El “Flow” en la actuación
Para el músico es vital conocer este estado. La actividad musical de la interpretación es una de las actividades que más favorecen la entrada en el estado de “Flow”. Éste es el estado en el que el músico es capaz de conectar con la mejor versión de sí mismo y conseguir tocar al máximo de sus posibilidades técnicas y expresivas.
Para entrar en el estado de flujo el músico debe permitirse tocar al límite de sus posibilidades. Esto significa que se debe “arriesgar” de cara a una interpretación. Lo que nos enseña el estado de flujo es que se consigue la conexión cuando el músico se permite ir más allá. Esto ocurre cuando el músico trasciende el miedo escénico y se deja llevar por la intensidad de la interpretación, cuando se atreve a dar todo lo que es capaz y un poco más.
En ocasiones, existe la creencia errónea de que en la actuación hay que estar relajado, sin que nos importe el resultado. Nada está más lejos de la realidad, ya que en el escenario se necesita estar activado (lo cual es diferente a tener ansiedad, aunque en ocasiones se confunde). Se necesita tener un nivel de activación óptimo.
El enfoque mental ideal en el momento la actuación es el de atrevimiento de osadía, de arrojo, incluso, descaro. Es este enfoque el que lleva a una actitud que provoca una aptitud eficaz que permite llevar al límite las capacidades del músico.
La actitud del músico tiene que ver con el temperamento, el carácter, el temple o genio en el momento de afrontar una situación. La aptitud del músico es el conjunto de recursos y habilidades, tanto técnicas como expresivas, que el músico tiene para realizar la interpretación.
Para conseguir un estado de flujo, el músico debe entender la actuación como un momento especial incluso sagrado. Un momento en el que, más allá de tocar o interpretar una pieza, necesita buscar un estado de plenitud de vivencia total. Existen cuatro acciones que puede realizar el músico durante su actuación y que propiciarán su entrada en el estado de flujo.
Arriesgar:
Atreverse a llevar las capacidades técnicas al límite, poniéndolas al servicio de la expresión. Más concretamente atreverse con las «dinámicas», con los «tempos» que deseamos sin frenarse por el miedo al fallo. Atravesar de la zona de seguridad de control y tocar rozando la zona de riesgo.
Aceptar:
Aceptar que en una actuación ocurrirá algo, aceptar que nada sale exactamente como quisiéramos. Entender que la calidad de una actuación es la conjunción de diferentes factores tanto técnicos, como expresivos y emocionames. Por lo tanto, fallos puntuales no determinarán la calidad de la actuación.
Activarse:
En el escenario no se está relajado. Comprender que el hábitat del artista es la exposición ante el público, la evaluación de los demás y ahí hay activación. Concienciarse que en el escenario se necesita un nivel de activación por encima del estado normal y no confundirlo con la respuesta fisiológica de la ansiedad. Esto se denomina nivel de activación óptimo.
Entregarse:
Es imprescindible entregarse a la interpretación. De esta manera, se provoca la disolución del ego en la interpretación y la fusión con la pieza. Permitirse entrar en el sentir, abandonando la razón. Trascender el ego para dejarse llevar por la interpretación. Ser la música.
Fermin Galduf (Coach)
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